La bocana del río Nilo, el cual desemboca en el mar mediterráneo es dónde estoy instalada, en un gran y lujoso hotel llamado Marino. Estabamos situados justo al lado de un puerto muy bonito y lujoso también, allí el agua venia con demasiada fuerza y por eso había un gran malecón para que no hubiera ningún incidente.
Fuí a dar un paseo por los alrededores del puerto, ya que me fascinaban muchisimo los viajes en barco, por lo tanto también me agradaban los barcos. Encontré un pequeño sitio escondido que no sabía que era, pero al adrentarme un poco encontré a un chico muy joven, de mi edad posiblemente y de una belleza extraordianria, me encantó. El me descubrió y me contóq ue ese sitio era solamente una dársena, un sitio usado para tareas de carga, reparación o desguace de los barcos. El chico, muy agradable por cierto me quiso ayudar a integrarme los meses que pasarí allí, así que me acompañó a dar una vuelta por la playa. El agua estaba fría, y antes de entrar nos encontramos con marisma. Al salir del agua me quiso acomppañar a casa y vivímos una experiéncia un poco asquerosa y cómica a la vez. Los dos sin querer topamos con una ciénaga y nos manchamos enteros. El me contó que en los veranos trabajaba de esto ya que a el también le apasionaba este mundillo marítimo. ME contó que estuvo en el cabo de Rosas y me enseñó algunas fotos de su cámara, era precioso. Me contó también que tuvieron que lanzarle un cabo para poder salir del agua ya que hubo una fuerte tormenta y el cayó. Era un chico muy simpático, dejando aparte su belleza inigualable, y había vivido mucho para tan poca edad. Tiene vastos conocimientos sobre el mundo marítimo, por todo lo que me contaba se veia además era muy apasionado. Después de estar hopras hablando sin aburrirnos ni si quiera un minuto decidimos que ya era bastante tarde y me quiso acompañar a casa. Descubríq ue ese pueblo estaba yermo, inhabitado, solo estaban unos pocos marineros yo y mi familia, dos familias más y el. La tierras en este pueblo no eran nada áridas, podían cultivar cualquier alimento la tierra era muy buena. Al despedirnos decidimos quedar al dia siguiente para pasar el dia jutnos ya que el no tenía qu etrabajar, era sábado. Me invitó a ir a visitar una cabaña a la cual el iba siempre que se quería relajarse. Era una cabañita pequeña pero muy acohgedora y nada inhóspita, al revés muy cómoda y alegre, si que relajaba. Fué el mejor dia del mundo.
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